Un día de diciembre de 2005, un amigo de Leyendas del Rugby nos reenvió este mail de alguien que no conoció a Manucho, y escribió así.
“Subject: Manucho
Date: Wed, 7 Dec 2005
(…) A quien le llegue entonces...
Vivo en México hace un año y pico. Hasta el 2002 o 2003 jugué al rugby (…) en inferiores, juveniles, pre, inter, primera, según los años.
No jugaba desde entonces y cuando en febrero de este año me encontré acá en México medio solo y sin mucho que hacer, me enteré de que se jugaba al rugby y me puse a jugar en un equipo, Tazmania.
Fue un muy buen semestre. El rugby acá es pobre y desorganizado, pero hay buena onda, gente con ganas y volví a sentir el rugby en la sangre como hacía mucho no me pasaba. Escuchaba entre mis amigos argentinos y mexicanos nombrar a una persona, alguien que había dejado una marca. Un día me enteré que esa persona se había muerto.
El día que jugamos la final del torneo mexicano, en una ciudad a unos 300 km del DF, vinieron a ver el partido el padre y la hermana de Manucho. Fue un fin de semana rarísimo. Perdimos, pero resultó anecdótico, nunca me voy a olvidar de esos dos días en Celaya.
Cuando volví al DF ese domingo escribí algo que no podía dejar de expresar como fuera. Corto y un poco inentendible, pero decía algo así:
"Vengo de un fin de semana increible. Jugué una final y la perdí. Morfé, tomé, bailé, la pasé, como dicen acá, pocamadre. Pero es lo de menos. Lo que me queda de este fin de semana en Celaya es que hay gente que es mágica. Y su magia deja huellas al pasar que ni esa propia persona imagina. Esa magia puede ser para muchos o para una sola persona, es lo de menos. Es algo, y queda. La trascendencia no está atada a la fama. La persona que me hizo pensar eso ya no está. Ni siquiera la conocí en vida.
Quizás eso fue lo que me impresionó.
En el equipo había jugado hace algunos años, Manucho, un chico argentino que, hasta donde yo sabía, había caido muy bien a todos. Manucho se fue de México a Holanda, donde le encontraron un cáncer, del que murió en Argentina hace unas 5 o 6 semanas. Yo nunca lo conocí, claro. Hasta este fin de semana. Porque este fin de semana, el padre y la hermana de Manucho vinieron a ver la final a México (en viaje relámpago de 2 días desde Argentina). Y bueno, todo giró en torno a él, claro. Y fue realmente mágico.
Entrar a la cancha al borde de las lágrimas por alguien a quien nunca vi. Ver a mis compañeros con una fuerza adentro indescriptible. Escuchar más tarde a su familia hablar de él, a los que lo conocieron recordarlo de una manera increible.
Manucho no fue famoso. No inventó ningún remedio salvador, no se hizo millonario ni escribió un libro (creo). Quizás ni siquiera tuvo tiempo de hacer ese algo que pretendía hacer. Pero por lo visto logró, en 25 años, dejar una huella difícil de borrar. Unir gente de diferentes partes y con diferentes intereses en torno a su persona. Mejorar la vida, aunque sea en detalles, de todas las personas que le tocó conocer.
La forma más simple y práctica de mejorar el mundo.
No se si me corresponde hablar de él sin haberlo conocido. Pero me enseñó algo y no podía no decirlo."
Hoy, martes 6 de diciembre, nos juntamos con el equipo. Acá recién empieza la temporada y en enero ya el torneo oficial arranca y el equipo anda medio desperdigado.
Un grupo estuvo hace dos fines de semana jugando el seven de Pergamino en homenaje a Manucho y se trajeron un DVD con el programa de Leyendas que si no me confundo salió en septiembre. Fue otro momento intenso que me trajo a la cabeza de nuevo todo ese fin de semana, me recordó la "lección" Manucho y me confirmó, al ver hablando a la gente de Alumni, que mi impresión de Manucho, esa huella indeleble que le adiviné sin conocerlo, es totalmente cierta.
El "estilo Manucho" es para mí la mejor y única manera de mejorar el mundo, como decía ahí arriba. México y el rugby ya me enseñaron eso. Gracias a él.
Les mando saludos desde acá y gracias por ese programa, en nombre de toda la gente de Tazmania.”
“Subject: Manucho
Date: Wed, 7 Dec 2005
(…) A quien le llegue entonces...
Vivo en México hace un año y pico. Hasta el 2002 o 2003 jugué al rugby (…) en inferiores, juveniles, pre, inter, primera, según los años.
No jugaba desde entonces y cuando en febrero de este año me encontré acá en México medio solo y sin mucho que hacer, me enteré de que se jugaba al rugby y me puse a jugar en un equipo, Tazmania.
Fue un muy buen semestre. El rugby acá es pobre y desorganizado, pero hay buena onda, gente con ganas y volví a sentir el rugby en la sangre como hacía mucho no me pasaba. Escuchaba entre mis amigos argentinos y mexicanos nombrar a una persona, alguien que había dejado una marca. Un día me enteré que esa persona se había muerto.
El día que jugamos la final del torneo mexicano, en una ciudad a unos 300 km del DF, vinieron a ver el partido el padre y la hermana de Manucho. Fue un fin de semana rarísimo. Perdimos, pero resultó anecdótico, nunca me voy a olvidar de esos dos días en Celaya.
Cuando volví al DF ese domingo escribí algo que no podía dejar de expresar como fuera. Corto y un poco inentendible, pero decía algo así:
"Vengo de un fin de semana increible. Jugué una final y la perdí. Morfé, tomé, bailé, la pasé, como dicen acá, pocamadre. Pero es lo de menos. Lo que me queda de este fin de semana en Celaya es que hay gente que es mágica. Y su magia deja huellas al pasar que ni esa propia persona imagina. Esa magia puede ser para muchos o para una sola persona, es lo de menos. Es algo, y queda. La trascendencia no está atada a la fama. La persona que me hizo pensar eso ya no está. Ni siquiera la conocí en vida.
Quizás eso fue lo que me impresionó.
En el equipo había jugado hace algunos años, Manucho, un chico argentino que, hasta donde yo sabía, había caido muy bien a todos. Manucho se fue de México a Holanda, donde le encontraron un cáncer, del que murió en Argentina hace unas 5 o 6 semanas. Yo nunca lo conocí, claro. Hasta este fin de semana. Porque este fin de semana, el padre y la hermana de Manucho vinieron a ver la final a México (en viaje relámpago de 2 días desde Argentina). Y bueno, todo giró en torno a él, claro. Y fue realmente mágico.
Entrar a la cancha al borde de las lágrimas por alguien a quien nunca vi. Ver a mis compañeros con una fuerza adentro indescriptible. Escuchar más tarde a su familia hablar de él, a los que lo conocieron recordarlo de una manera increible.
Manucho no fue famoso. No inventó ningún remedio salvador, no se hizo millonario ni escribió un libro (creo). Quizás ni siquiera tuvo tiempo de hacer ese algo que pretendía hacer. Pero por lo visto logró, en 25 años, dejar una huella difícil de borrar. Unir gente de diferentes partes y con diferentes intereses en torno a su persona. Mejorar la vida, aunque sea en detalles, de todas las personas que le tocó conocer.
La forma más simple y práctica de mejorar el mundo.
No se si me corresponde hablar de él sin haberlo conocido. Pero me enseñó algo y no podía no decirlo."
Hoy, martes 6 de diciembre, nos juntamos con el equipo. Acá recién empieza la temporada y en enero ya el torneo oficial arranca y el equipo anda medio desperdigado.
Un grupo estuvo hace dos fines de semana jugando el seven de Pergamino en homenaje a Manucho y se trajeron un DVD con el programa de Leyendas que si no me confundo salió en septiembre. Fue otro momento intenso que me trajo a la cabeza de nuevo todo ese fin de semana, me recordó la "lección" Manucho y me confirmó, al ver hablando a la gente de Alumni, que mi impresión de Manucho, esa huella indeleble que le adiviné sin conocerlo, es totalmente cierta.
El "estilo Manucho" es para mí la mejor y única manera de mejorar el mundo, como decía ahí arriba. México y el rugby ya me enseñaron eso. Gracias a él.
Les mando saludos desde acá y gracias por ese programa, en nombre de toda la gente de Tazmania.”